TILCARA - Por RICARDO DUBIN
Un vecino me dice que debieran haber buscado un lugar más arreglado para un encuentro académico. Como vecino maimareño, es comprensible. Al anfitrión le gusta mostrar la casa arreglada, más cuando la visita fue convocada por tres universidades nacionales de tres provincias: la Unsa, la Unju y la Untref. Pero los visitantes parecen estar cómodos en esa suerte de galpón de lo que fuera la terminal de ómnibus. Para alguien deben resonar allí los bronces del último carnaval o la zamba que, hace algunos años, se bailaba en el Festival del Choclo.
Un vecino me dice que debieran haber buscado un lugar más arreglado para un encuentro académico. Como vecino maimareño, es comprensible. Al anfitrión le gusta mostrar la casa arreglada, más cuando la visita fue convocada por tres universidades nacionales de tres provincias: la Unsa, la Unju y la Untref. Pero los visitantes parecen estar cómodos en esa suerte de galpón de lo que fuera la terminal de ómnibus. Para alguien deben resonar allí los bronces del último carnaval o la zamba que, hace algunos años, se bailaba en el Festival del Choclo.
Pero los mesones no ofrecen humitas ni vino, sino libros que hablan sobre la cultura local, la de las mamitas que saben que son días para poner en esa vereda sus puestos de api con pastel y sus canastos de empanadas. Se acerca uno con aspecto de científico bohemio y otros con barbitas de jóvenes universitarios y alguno más a la moda militante, y acaso los vecinos no sepan que hablarán sobre paradigmas académicos que sean fieles a los pensamientos de ellos mismos, los vecinos. Entonces podemos pensar que está bien elegido el lugar, aunque el maimareño haya pensado como propio un sitio más coqueto.
Se trata de las Segundas Jornadas del Pensamiento de Rodolfo Kusch, filósofo que pasó sus últimos años en Maimará y cuya palabra, lenta pero persistentemente, empieza a sonar en los claustros como un eco de esa voz perdida un 30 de septiembre de 1979. En la puerta conocemos a su hija, Florencia, antropóloga, quien nos ofrece un cigarrillo del paquete que sacó del bolsillo de su jean y, sentados en uno de los escalones, nos dice que "para nosotros es un encuentro afectivamente fuerte porque es el lugar donde vivió Kusch". Llama la atención que nombre a su padre por el apellido, pero es que sabe que, además de su padre, está hablando del autor de América Profunda. “Vivió en Maimará sobre todo después del 76 en un exilio interno", dice hablando de ese tiempo que Walsh definiría como "de retirada para la clase obrera, derrota para las capas medias y desbande en sectores intelectuales y profesionales". Entonces nos habla de "estar acá, recorrer sus espacios, su territorio, pensar los lugares donde él pensó y también masculló algunas broncas y vio unas salidas, pero murió muy joven." Florencia nos dice que "es referencial este espacio, el espacio andino de Argentina, el mundo en el que pensó, reflexionó y peleó.
Donde planteó líneas claras de pensamiento americano y planteó otra política y en ese sentido creo que es muy importante que se haga acá. Desde lo académico veo que se viene un cambio de paradigmas que ya está y es porque la presión de las migraciones, la presión de América Latina fue tan fuerte que los académicos no la pueden eludir." Dice Florencia Kusch que "mi viejo ya la vio treinta años atrás, cuarenta años, y yo creo que ahora entra al mundo académico de la mano de la resistencia popular, lo toman en cuenta, pero en su momento no fue así. Y tuvo que pasar todo lo que pasó en América en estos años para que el mundo académico diga: ¿quién habló de esto antes? Por eso esas nuevas categorías sobre lo que significó estos 500 años y el mundo hegemónico". Nos dice que la imagen de su padre varía con las nuevas lecturas que hacen de su obra, "y va a seguir variando, porque todo cambia. En algún momento fue un grupo muy chico que le hacía los homenajes, pero estamos en un momento de cambio fuerte y acá hay muchos jóvenes estudiantes, y hay militantes, y esa es la proyección del pensamiento de Kusch, y creo que es ahí".
Mario Vilca, de la Unju, agrega "que la intención y el hecho de estar en Maimará es inusitado, sobre todo al hacerlo desde un saber como el filosófico. Tiene la intención de pensar y de hablar desde el lugar adonde vivió, respirando el aire que respiró, sintiendo el sol que sintió, y tratando de aprender y de escuchar con esos oídos y ese corazón que tenía Kusch. Estamos todos en la situación de aprender, y creo que la intención era no ser académico sino ver las experiencias que hizo de la América Profunda". Las lecturas nuevas sobre Kusch, dice Vilca, "me sorprenden y me emocionan mucho porque son nuevos aires, como aguas que alimentan ese pensamiento que necesitamos como cultura antigua y tradicional, y tratan de que estos jóvenes que miran de otra manera, desde otras experiencias, sean el puente entre el futuro y el pasado".
Entonces, desde las sillas acomodadas en el salón, o de pie aquí y allá, los presentes miran y escuchan hablar sobre la obra de un hombre que no se acaba en sus solas palabras, que no terminan en ese diálogo entre un hombre particular, Kusch, y un continente acallado pero pocas veces silencioso. Entre un homo academicus y eso que dio en llamar: el hedor de América. Esto quiso suceder entre el 3 y el 5 de mayo en Maimará.
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