LA FILOSOFIA DE LA CERAMICA RAKU




DIFERENTES PIEZAS DE RAKÚ


Cuando se habla de cerámica, a no ser que se trata de esculturas o formas artísticas en pocas ocasiones se la considera un Arte.

Aquí quiero hablar de una cerámica no demasiado conocida y que tiene su base en una ceremonia popular japonesa. Me estoy refiriendo al RAKÚ, o RAKU.

En mi opinión hasta el más humilde artesano es un Artista. Pero eso posiblemente sea un tema complejo par aescribir o debatir sobre él. Así que me centraré en explicar qué es la CERAMICA RAKÚ y hasta que punto es fruto de la unión del arte y de la cultura popular.


Si hay una técnica cerámica que muestre claramente los elementos de los que se vale el ceramista para crear, ésta es sin duda, el RAKU.


Para su realización intervienen, como en ningún otro tipo de cerámica, los cuatro elementos necesarios para que el ceramista cree su obra:


Tierra, fuego, agua y aire



Pero ¿qué tiene de especial esta técnica? Pues sobre todo el modo de trabajar el barro y los esmaltes.

Aún hoy en día, cuando ya se ha perdido mucho de su primitiva elaboración, podemos apreciar la intervención de los cuatro elementos a la hora de trabajar. Además se ejecuta al aire libre. Nada de talleres cerrados. Es un contacto permanente con la Naturaleza.


Antes de pasar a “estudiar” la técnica haremos un poco de historia.



Si accedemos a la Red, alguna página nos dice lo siguiente sobre el Rakú.

“El término Rakú tiene un espectro de significado muy amplio, puede significar goce, felicidad, placer. Según Bernard Leach, su origen se remonta al sello de oro que ofreció Taiko en 1598 a Chojiro, hijo de Ameya, inmigrante coreano que se instaló en Kyoto en 1525. Sin embargo, la mayoría dé los autores mencionan el sello y el nombre de Rakú como un ofrecimiento de Hideyoshi a Jokei (el segundo maestro del Rakú), que utilizaron él y sus sucesores”.


Nosotros lo conocemos como una técnica milenaria cuyo origen se encuentra en la ceremonia del Té.

Al parecer, cada invitado realizaba el proceso de elaborar un pequeño cuenco a mano, de manera tosca y primitiva pero llena de filosofía y significado. Toda una filosofía que rodeaba la ceremonia anterior a la toma de la infusión. La pieza se metía en un horno previamente calentado que se encontraba al aire libre. Cuando el esmalte había alcanzado su punto de fusión se sacaba la pieza con unas tenazas y se dejaba enfriar. En ellas se tomaba el té. Las piezas eran de pequeño tamaño que normalmente se podían abarcar con las dos manos. Casi siempre se retiraba o se rompían posteriormente.


BERNARD LEACH, el gran ceramista inglés, introdujo la técnica en Europa, técnica que derivó en lo que hoy conocemos por Rakú y cuyas piezas se alejan bastante de aquellos primitivo y toscos cuencos. Leach y luego su familia, trabajó el rakú, lo dio a conocer y publicó diversos apuntes sobre su historia, filosofía y técnica.


Aquí describo un poco lo que sería el proceso de una pieza, de manera que cuando veamos una cerámica elaborada de esta manera , sepamos que nos encontramos ante una cerámica de RAKU. Hoy en día las piezas también se elaboran en el torno. En general suelen ser de tamaño pequeño porque el proceso en el horno es fuerte y tienen menos peligro de que se rompan, pero en función de la habilidad del ceramista también se hacen grandes piezas.


Primero cocemos el barro o pasta (lo que los ceramistas llamamos bizcocho). Una vez cocido aplicamos un ESMALTE DE RAKU.




INTRODUCIENDO LA PIEZA ESMALTADA EN EL HORNO DE POLEAS



Tanto la pasta como los esmaltes tienen que cumplir una serie de condiciones. La pasta (barro) llevará algo de material refractario para aguantar los choques de temperatura y el esmalte será de baja fusión, ya que los hornos de rakú no alcanzan gran temperatura.
Cuando hemos esmaltado las piezas llenamos el horno. También éste es especial. Lo ideal es fabricarnos un horno de poleas de manera que cuando veamos el esmalte de la pieza fundido, las poleas nos van a permitir alzar la carcasa y sacar con unas tenazas (como hacían los japoneses) nuestras piezas.






¿Cuándo sabemos que el esmalte está fundido? Pues ahí está presente la experiencia del ceramista. Se aprende a fuerza de errores, pero todo el que trabaja la cerámica sabe en qué momento ha fundido un esmalte. Cuándo ha cambiado su color pero que no llega a escurrir. En ese instante levantamos la carcasa y con una tenaza sacamos la pieza. Es el momento CRUCIAL del proceso ya que inmediatamente hay que cerrar el horno para que no entre demasiado aire en él y estropee el resto de las piezas. La pieza que hemos sacado tiene que ser introducida rápidamente en un cubo que contenga hojas, aserrín, hojarasca o similar. Esto va a hacer que el aire que está dentro del cubo desaparezca y los esmaltes (compuestos de diversos óxidos) tomen unos colores metalizados y brillantes. La pasta por el contrario, va a ennegrecer totalmente lo cual nos va a proporcionar piezas de pasta negra esmaltadas bellamente con colores espectaculares.



EL FUEGO "DIBUJA" BELLOS COLORES EN EL PLATO



Cuando queramos detener el proceso y enfriar la pieza la volvemos a sacar y se introduce en un cubo con agua que va a hacer que los colores “SE DETENGAN” allí dónde queramos
Hemos visto intervenir la TIERRA, el FUEGO, el AIRE, y EL AGUA y hemos trabajado los diferentes elementos de una manera casi primitiva. Nunca dos piezas serán iguales. Si una ha estado más cerca del fuego, será diferente de la que estaba más alejada. Si a una la hemos depositado en el agua antes que a otra, también variará. Es decir con el Rakú elaboraremos piezas únicas e irrepetibles. Este es un proceso que realizan artesanos-ceramistas que son auténticos artistas. Y que como muchos otros utilizados para diversas artesanías que son parte de la cultura de los pueblos, no es comprendido como una forma de Arte. Un error que deberíamos evitar.


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