PORQUE KUSCH

“Pero, ¿qué es lo americano? Desde el punto de vista del sentido común, lo americano es primordialmente lo indígena y en segundo lugar el mundo construido por el hijo del inmigrado. Uno y otro se corresponden respectivamente con lo muerto y lo viviente. Y la arqueología  para desnutrir aún más a lo indígena, de tal modo que subsiste lo inmigrante como única posibilidad.
Pero lo indígena es lo muerto, porque así lo pide la objetividad científica. Lo indio como objeto, dentro del espacio vacío del mundo occidental, es la nada. Y la postura positivista de nuestros arqueólogos se encargó de probarlo, aún cuando éstos sigan a la escuela histórico-cultural. Pero  la objetividad occidental es en el fondo una filosofía del objeto utilizable. La realidad, a partir de Kant, es reconstruíble a partir del sujeto, de tal modo que una realidad, que se da como opuesta, sólo es vista  en función de la utilidad de ese sujeto. Lo indio, en el ámbito de la visión del mundo occidental, no tiene ninguna validez política, social o artística, es decir que no entra vitalmente a formar parte de dicho ámbito. En este sentido lo indio es estrictamente lo muerto y por lo tanto se lo relega al museo como algo monstruoso y aberrado.
Desde el punto de vista histórico ocurre otro tanto. El indígena desaparece con el “descubrimiento”. Y la historia desde entonces  hasta ahora no fue otra cosa que la de la occidentalización de América. Las naciones americanas se crean  en 1810 en función del sujeto kantiano, a partir de categorías y en un espacio geográfico teóricamente vacío.
Pero este proceso iniciado por la fuerza de las armas primero, y luego mantenido por el historiógrafo y el arqueólogo, no impidieron, en el terreno de lo político, la supervivencia, no ya del indio, sino de lo indígena, en su sentido literal de lo autóctono.
Pudo desaparecer, en el caso de Argentina, lo indio como cosa, pero no como estructura.”

“La impresión inmediata del arte indígena es indudablemente el de la monstruosidad. Lo que separa el bajorrelieve de la Puerta del Sol de Tiahuanaco de cualquier obra realizada en Buenos Aires, es lo que media entre lo monstruoso y lo natural como dos mundos opuestos.
Pero lo natural no es más que una tolerancia que hacemos de una serie de hechos repetidos. Y el hecho de estar siempre en las mismas situaciones crea la satisfacción de pertenecer a mundo aparentemente inalterable. Hemos hecho depender de una serie de hechos la estabilidad de nuestra vida. Y la fe en la ciudad surge, porque ella nos garantiza el sustrato lógico, el esquema preestablecido de nuestra vida.
Para un planteo así, se vislumbra a través de la monstruosidad indígena un mundo diferente que participa de una rigurosa alteridad y se rige de acuerdo a valores antagónicos. Y son antagónicos porque más allá del hábito cotidiano aparece en lo indígena la muerte del hábito y en lo más recóndito la sospecha de que lo indígena es el resabio de antiguas luchas superadas. Un acercamiento a lo monstruoso extrañaría, por lo tanto, la negación de nuestra existencia, porque es lo absolutamente opuesto al sentir ciudadano...”

“...En esta integración, el papel que desempeña la magia no es sólo el de una religiosidad rudimentaria sino también el de un cierto estado estético alimentado por una emocionalidad constante...”

                                                                                                                                             RODOLFO KUSCH