TARSILA DO AMARAL o la dicotomía modernidad-raíces.








Si la situación de la mujer no ha sido, ni es fácil en ningún ámbito de la vida, tampoco la de la mujer artista iba a ser menos. Bien es cierto que en los llamados círculos artísticos la visión más liberal o más abierta ha dado pie, según vemos a lo largo de la historia, a que la mujer pueda expresar su creatividad algo más fácilmente que en otros sectores de la sociedad, pero no nos engañemos, la desigualdad ha existido también entre las llamadas mujeres artistas. Posiblemente fueron las surrealistas las que además de llevar adelante su tarea artística, mejor supieron posicionarse como mujeres dentro de un ambiente de hombres, pero aún así hay que recordar que muchas de ellas, a pesar de su talento, lo hicieron a través del compañero, del novio, o del amigo.

No, no lo tuvieron fácil, así que considero que el trabajo de toda mujer artista ha de ser doblemente valorado porque su largo camino hasta el reconocimiento ha sido bien duro.

En este año 2009, la Fundación Juan March (Madrid y Santiago) nos está dando opción de admirar una artista, que ya tuvimos ocasión de disfrutar hace un tiempo de la mano de Fundanción La Caixa. Me refiero a la gran pintora brasileña TARSILA DO AMARAL (Brasil 1886-1973).



LA LUNA (1928)


La más reconocida pintora de Brasil estudió en París, con conocidos maestros como Emile Renaud, André Lhote y Fernad Léger, pero será este último el que va a influir fuertemente en su obra.

A la vuelta de su segundo viaje a Francia en 1920, la pintora no volverá a ver del mismo modo su São Paulo natal. Se trajo una nueva creatividad de aquella ciudad plena vanguardias.

Aplicó las enseñanzas del cubismo, del fauvismo y del surrealismo a su tierra brasileña, a la selva y a sus cielos. Tarsila do Amaral llevó la vanguardia a la barroca América y encontró en lo local, un nuevo hallazgo estético.

Con Oswaldo Andrade, poeta, novelista, amante y compañero y con Blaise Cendrans viaja al Norte de Brasil a estudiar su cultura popular y redescubrir el pasado colonial de aquellas ciudades. Los cuadros de Tarsila realizados a partir de dibujos después de este viaje están inmersos en la cultura de Brasil Un postcubismo envuelto de un sentimiento localista.


En uno de los libros de viajes de Cendrans aparece un dibujo suyo “Mujer Negra” que apunta lo que va a ser la obra de Tarsila en adelante.




LA NEGRA (1923)



Es incuestionable el papel que “La negra” representa en el arte brasileño del siglo XX e incluso en el contexto del Modernismo.

Es una imponente y majestuosa figura que reúne en sí, el deseo de renovación formal, síntesis captada en el contacto con las lecciones de cubismo y en el modelado no anatómico de esta figura.

Es una figura extraña, desprovista de caderas, las piernas delante, como si surgiese de un universo extraterrestre. Su expresión es enigmática. No obstante la imagen domina la composición de manera frontal. A una cierta “brutalidad”, se contrapone un fondo geometrizado, en franjas horizontales de color mate que contratan con el blanco ,teniendo la belleza plástica de la hoja de bananera entre la negra y el fondo abstracto.



Desde esa fecha realiza una serie de obras centradas en dos temas en contraste. La ciudad y la favela. Presenta la ciudad con casas sin personas y sin perspectivas.

La ciudad de Minas Gerais con sus iglesias barrocas y sus casas rústicas le dan el color para su arte. Es un periodo de una obra mixta entre arte ingenuo y cubismo.




LAGUNA SANTA (1925)


Cuando Tarsila realizó su primera exposición individual en París en 1926, un crítico dijo que el trabajo de Tarsila iba a marcar una fecha histórica de la autonomía artística de Brasil. Era un periodo en que se vivía una preocupación por dar valor a las raíces y a la creatividad popular, no sólo en la pintura sino también en la música, en la literatura y en la arquitectura moderna en la que aparece de manera pionera el Paisajismo y la vegetación tropical acompañando a una visión urbana. Esta dualidad, internacionalismo-nacionalismo, va a ser desde ese momento una característica del modernismo brasileño.


Es a partir de 1928 cuando comienza un periodo más creativo para Tarsila. Es un periodo en el que intenta abrazar contradicciones como America-Europa, primitivo-moderno, rural-urbano.

De esa etapa “modernista es su cuadro “ABAPORU”, conjunción de palabras tupí-guaraní (aba significa hombre y poru que come).

En sus obras investiga la identidad nacional y puede representar una guerrera amazónica o la imagen de la fecundidad.



ABAPORU (1928)


Finalmente y según ella misma declaró, su pintura se inclina hacia la exageración de los elementos mágicos, oníricos y suprarreal, aún sin haber sido parte del movimiento surrealista.

La crisis de 1929 también hace mella en ella. Su pintura evolucionará hacia un realismo social, aunque en sus últimos años volverá a sus primeros temas, ya no tendrán la fuerza del principio.




SEGUNDA CLASE (1933)


La obra de Tarsila tuvo un reconocimiento tardío en París en el Museo de Arte Moderno en 1927.Posiblemente el primer reconocimiento después de su desaparición.

Lo interesante de la obra de esta artista es lo que tiene de “exotismo”, en el sentido de colorido, magia, pero sin anular la originalidad de su pintura. Su pintura encarna la “modernidad” sin la pérdida de sus raíces.



VENDEDOR DE FRUTAS (1925)


En la actualidad su pintura está expuesta en museos como el Hermitage de San Petersburgo, o el Centro Reina Sofía entre otros, además de haber numerosa obra suya en colecciones particulares.


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Fuentes utilizadas:

Archivo propio, Arte Latinoamericano del Siglo XX (Brasil, Ivo Mesquita), Latin American Art (catálogo de SOTHEBY'S) N.York 2001, Women Artists. Femmes artistes du XX et XXI siècle.

Todas las fotografías utilizadas son de archivo propio.